Por: Sergio Tufiño
Los 18 años son un punto de inflexión en la vida de los adolescentes. La mayoría decide qué rumbo tomar para su vida luego de graduarse del colegio, pero Pablo Andrés Vallejo Rueda tenía un dilema más profundo: amputarse o no su pierna izquierda.
A muchos quizás no les suene este nombre, a otros sí. Pablo Vallejo es uno de los para triatletas (atletas con discapacidad) más importantes de Ecuador.
Ha representado al país internacionalmente y ha competido de manera individual en diferentes eventos donde ha obtenido grandes logros como en el Ironman de Manta en postas, que lo ganó por tres años consecutivos. O el Mundial de Paratriatlón, que se disputó en Estados Unidos en 2019, donde participó.
Su historia es una vorágine. En diferentes etapas hay una gigante mezcla de sentimientos desde el dolor más profundo hasta la alegría más grande. Llevaba una vida “normal” entre el colegio, sus amigos y la natación, el deporte que siempre le gustó y lo practicó desde los 6 años. Sin embargo, a los 16 desarrolló un osteosarcoma, un cáncer que le obligó a cambiar su estilo de vida por completo.
Pablo recibió la noticia como “un balde de agua fría”. Para intentar salvar su pierna izquierda, fue sometido a dos años de quimioterapia en la Sociedad de Lucha Contra el Cáncer (SOLCA). Recibió 19 sesiones y tuvo 7 cirugías. Eran momentos álgidos para él y su familia.
Como anécdota recuerda que tenía 17 años y estaba en la mitad del tratamiento. El exceso de medicina, agujas y aislamiento hasta por ocho días seguidos lo llevó a la decisión de no asistir a SOLCA.
Vallejo se escondía en la casa de sus padres para que no fuese encontrado y obligado a ir. Pero su familia siempre lo apoyó y le brindó su cariño para que el proceso sea menos complejo.
“Ojeroso, sin pelo, flaco y demacrado”, así se recuerda Pablo en una etapa de su tratamiento. Tampoco posee la capacidad de rememorar el proceso en su totalidad. “Tengo lagunas mentales y ciertos momentos de mi enfermedad están reseteados de mi cerebro”, afirma.
Así pasaron dos años, hasta que llegó el 19 de junio de 2002. Pablo tenía 18 años y tomó una de las decisiones más importantes y difíciles: amputarse la pierna izquierda. Así fue. Lo hizo por no sufrir más, aunque suene contradictorio.
Y es que no era capaz de aguantar ni el peso de una sábana sobre su pierna. En ese instante, su vida dio un giro de 180 grados y debió sobreponerse a la adversidad, pues jamás volvería a ser el mismo.
Su etapa por SOLCA la recuerda no únicamente con su dolor personal, sino con el de los demás que pasaban por circunstancias similares. Vallejo relata que había casos donde los papás dejaban abandonados a sus niños enfermos debido a la falta de recursos económicos y llegaban personas altruistas o fundaciones para ayudarlos.
Durante años le afectó la aceptación de las personas. Vivía preocupado por el “qué dirán”. Siempre usaba pantalón largo para que nadie notara la ausencia de su pierna izquierda. Con la prótesis y un calentador o unos jeans disimulaba su amputación. Jamás lo podían mirar con pantalones cortos, mucho menos en una piscina que tanto le gustaba.
“Posiblemente, hasta que me gradué de la universidad, nadie supo de mi amputación más que mi familia”, cuenta sin titubear, pero con la confianza de haber superado esa tara mental. El deporte fue fundamental para lograrlo.
Su camino como deportista aficionado inició cuando tenía 25 años, precisamente, con el nacimiento de su primer hijo: Joaquín.
Pablo empezó a entender que debía aceptar su discapacidad y que, a fin de cuentas, era una persona común con la única diferencia de que no contaba con su pierna. Él sabía que debía marcar una diferencia y se refugió en el triatlón (ciclismo, running y natación). Además, el impacto de ser padre le motivó.
– ¿Cómo fue ser padre por primera vez?
– Fue un cambio radical porque no estábamos preparados con mi esposa para tener un hijo. Decidimos aceptar el reto y salir adelante como familia.
– ¿Sentiste miedo?
– No tuve miedo. Fue bastante alegre y llevadero. Yo estaba tan ilusionado como ella, por eso le digo que estábamos embarazados (comenta entre risas).
Sin embargo, fue a partir del nacimiento de su segunda hija Alegría, en 2013, cuando miró al deporte como una profesión seria a la que dedicarse netamente.
Vallejo también es ingeniero geógrafo y, actualmente, trabaja en una empresa familiar que se denomina Representaciones Hidrocentro, ubicada en Sangolquí, provincia de Pichincha. Ahí manejan el sector de agua potable. Para Pablo es imposible vivir solamente del deporte. Por eso, debe trabajar en otros ámbitos para sustentar a su familia.
Es imposible porque no recibe una mensualidad de nadie, ni siquiera del Ministerio del Deporte debido a que no está dentro del primer nivel del Plan de Alto Rendimiento. Vallejo recibe un apoyo para competencias internacionales del organismo, es decir, únicamente cuando compite en el exterior.
“Para entrar en el nivel más alto debes tener algún resultado. Ahí discrepo porque lo que quieren es cosechar cuando no han sembrado”, asevera con enojo. Este es un fallo del Estado hacia los deportistas ya que, para obtener logros más grandes, necesitan contar con un mayor apoyo. No obstante, el atleta paralímpico señala que el problema no solo es político, sino también familiar.
“En el país, el deporte adaptado está retrasado. Hay apoyo por parte de la Secretaría (ahora se denomina Ministerio del Deporte) aunque no en la cantidad que se debería. Pero es problema de ambos lados: político y familiar. Yo tengo apoyo de mis seres cercanos, pero otras personas con discapacidad no. Sus familias mismo los limitan. “Cuídate” o “trata de evitar hacer esto”, les dicen. Es una tara mental”.
Por supuesto, el dinero otorgado para viajar a otro país y competir no es suficiente para los atletas con discapacidad, pues también necesitan prótesis, entre otros implementos. En ese sentido, Pablo se enfocó en desarrollar una marca personal con su nombre.
Ahí fue cuando el sector privado se interesó más por su historia y empezó a recibir auspicios. Así entró más fuerte para competir en eventos de mayor trascendencia. En 2018, quedó tercero en el Triatlón de Bogotá (Colombia) y, gracias a ese logro, recibió una carta de invitación para la Copa Mundo de Paratriatlón donde ingresó en el ranking mundial.
En ese instante, tras haber superado retos importantes, recién la Secretaría del Deporte lo nombró “deportista paralímpico”, con lo que es apto para recibir un apoyo económico, aunque no suficiente. Sin esa denominación, Vallejo sería una persona con discapacidad que hace triatlón de manera aficionada y nada más.
La Secretaría del Deporte quiere cosechar cuando no ha sembrado”
Pablo Vallejo
En su colección guarda decenas de medallas que atesora con orgullo y alegría. Y es que no solamente poseen un valor deportivo, sino también de resiliencia y pasión.
Uno de sus sueños es competir en Juegos Olímpicos. Pablo descartó llegar a los Juegos de Tokio 2020, aplazados a 2021 por la pandemia del Covid-19. Sin embargo, se encuentra mentalizado en clasificar a París 2024. En ese año, cumplirá 40.
“Muchos me cuestionan por la edad que tendré en ese año. Pero no toman en cuenta que el deporte adaptado es longevo porque no clasifican por edades, sino por discapacidad. Competiré de igual a igual funcionalmente. Esa es la última chance para estar en una cita olímpica”, revela.
Mientras tanto, el quiteño continúa con sus entrenamientos por la provincia de Pichincha y también en casa, donde posee diferentes bicicletas. No tiene una competencia próxima en mente, pues el coronavirus ha obligado a suspender muchas de ellas.
Pero su mentalidad resiliente lo hace dedicarse cada día como si fuese el último. Y, aunque se arrepiente de no haber agotado hasta el último recurso para tratar de salvar la pierna e irse directo a la amputación, vive feliz por su familia, su vida deportiva y su trabajo en la empresa, pero, sobre todo, por lo que le costó llegar a donde se encuentra hoy.
«Empiecen a creer en que todo es posible. Enfóquense a vivir con menos límites y más sueños. Esa es la clave»
Pablo Vallejo
Esta nota fue realizada originalmente en abril de 2021.
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